Cualquier cambio es emocionante, difícil y temible. Te pone nerviosa, ansiosa, alegre, triste, todas las emociones están presentes cuando realizamos uno. Los cambios nos dan miedo, porqué no sabemos qué pasará. La incertidumbre de si irá bien o mal se apodera de nosotros. Los cambios puedes ser hacía algo positivo o también negativo. No lo sabemos. Un cambio es arriesgarse, tomar un rumbo diferente y afrontar una nueva era. Pueden ser pequeños o tan grandes que cambien por completo tu forma de vida. De hecho, cualquier cambio por pequeño que sea puede cambiarte la vida. Te puedes equivocar o salir vencedora. Una cosa está clara, para saber como irá necesitas arriesgarte a hacer ese cambio, sea cual sea.
Los cambios son para valientes, para aquellos que quieren probar cosas nuevas, tomar rumbos diferentes de su vida o, simplemente, para experimentar. Tampoco hace falta que sean cambios permanentes. Siempre nos podemos echar atrás, volver a como estábamos o, simplemente, pensar en un nuevo cambio por si el primero no ha funcionado. No debemos tener miedo de experimentar. Solo tenemos una vida y, en mi humilde opinión, debemos probar todo lo posible, cambiar, reinventarse, seguir adelante. Lo peor que podemos hacer es estancarnos, quedarnos en nuestra zona de confort por miedo a perder. Y si perdemos, siempre hay una solución.
El miedo está allí, siempre estará. Nos preguntaremos mil veces si deberíamos hacerlo o no y puede ser que en un futuro digamos "No tendría que haberlo hecho" o "Me he equivocado", pero equivocarse nos hace humanos, es natural, y es de las mejores maneras de aprender. Son lecciones de vida. Pero lo peor es quedarse con el terrible "y si hubiera...", y darle vueltas y vueltas pensando qué habría pasado, cómo hubiera sido tu vida o dónde estarías. Mi padre decía "No lo digas, hazlo" y es una lección que me he tomado al pie de la letra y siempre o, casi siempre, intento seguirla. Sin miedo, con ganas de salir adelante, de reinventarse, de cambiar. Así me encuentro.
Lots of love,
Marta